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La Ruta del Amor Eterno: Los sentimientos trascienden en el tiempo

  • Gabriela Solis
  • 30 jul 2017
  • 3 Min. de lectura

Último sábado del mes de julio, era una tarde en el que el cielo alternaba entre sol y nubes. El recorrido inició exactamente a las 12:30 pm. Las casi cincuenta personas seguían el paso lento de una amable y sonriente guía. La energía que emanaba esa mujer no parecía propia de alguien que trabaja caminando entre criptas de mármol, piedra y cemento.

El grupo se aglomeraba en la puerta N° 3 del Cementerio Patrimonial de Guayaquil, mientras, la líder del grupo nos daba una alegre bienvenida y aclaraba la razón por la cual se efectuaba esta actividad; por el mes de la fundación de nuestra ciudad, la Junta de Beneficencia de Guayaquil ofreció recorridos gratuitos dentro el cementerio. Siempre es bueno conocer las historias que marcaron a La Perla del Pacífico.


Al llegar a la primera tumba del recorrido, lo que llamó la atención de los visitantes, era el muy reducido tamaño de la misma. Ese espacio correspondía al primer sepulcro registrado por el Cementerio Patrimonial. Allí descansadesde 1831 Juana Rosa Julia Correa y Pareja, una infante de apenas 1 año de edad. Las escrituras de la lápida manifestaban la aflicción de sus padres al perder a su hija e imploraban a las futuras generaciones respetar ese dolor, conservando sus restos en el lugar donde la dejaron. Petición que hasta ahora, a casi 186 años del fallecimiento de aquella niña, se mantiene vigente, incluso, nunca falta una flor que la acompañe en su interminable descanso.


Las personas proseguían la caminata entre blancas estatuas. Nos detuvimos ante un monumento llamado ‘El beso del ángel’, un mensajero de los cielos con enormes alas, sosteniendo la mano de una mujer sin vida, mientras besa su mejilla. Allí reposa Celeste Graciela Castillo, hija del periodista y político José Abel Castillo. Esta obra del escultor italiano Enrico Pacciani fue el último obsequio que Castillo le dio a su hija, una particularidad de esta pieza artística es la capacidad de aparentar un baile entre la mujer y el ángel congelado en el tiempo. La escultura encierra la inmaculada belleza de la eternidad. Detalles como el cabello que parecía ondear con el viento y las vestiduras esculpidas para que lucieran como telas transparentes, volvían esta creación en algo digno de un museo, pero no. Está resguardando el eterno reposo de una joven que, como expresa la lápida, “Vivió adorada, murió soñando”.


Otra de las paradas del recorrido fueron más obras de Pacciani, entre ellas, la sepultura del niño Leonardo Bello López, fallecido el 29 de enero de 1939. La estatua que resguarda esta tumba unipersonal representa a una madre desconsolada sosteniendo entre sus brazos el cuerpo inerte de su vástago. La dulzura y tristeza que transmite esta obra es tal que se puede sentir el momento y las emociones de esa inconsolable mujer al tener que dejar para siempre a su amado hijo.También hicimos una parada frente al primer mausoleo del cementerio, propiedad de la familia Icaza – Gainza, una construcción arquitectónica que sobresale de las demás por como luce: añejada por el tiempo y las inclemencias de la naturaleza. Eso no le hace perder su gran valor simbólico y artístico, seguirá siendo una gran obra muy apreciada por nativos y visitantes.


Al dirigirnos al siguiente sepulcro, nos encontramos con una estatua de un particular color ocre, era un ángel apoyado sobre un banco de madera, parecía llorar desconsoladamente por las personas que yacían bajo él: una pareja de esposos juntos hasta después de la muerte. Lo más interesante de obra era el material con el que fue elaborada. Se trataba de mármol cuencano.El recorrido terminó con una foto grupal al pie del sepulcro de Vicente Rocafuerte, tumba que sobrevivió a los grandes incendios que azotaron Guayaquil. Allí se erige una estatua del primer presidente ecuatoriano extendiendo su brazo, como invitando a ayudar a los que lloran por sus seres queridos a encontrar resignación y calma. Sabiendo que es en este lugar, donde todos se unen para reposar mientras Guayaquil sigue creciendo y con ella, sus historias.









 
 
 

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